viernes, 2 de abril de 2010

De enemigos y guerra Fría de dos

Es posible que hayas pasado por acá en busca de algo, raro. Cuándo fue qué pensaste que conocías todo por dentro. Todo fuera de foco, subjetivo; un placer que sólo vos elegiste gozar. Qué extraño espiar en esas condiciones, como un juego de detectives en busca de pruebas, noticias, novedades. Y la pista, la famosa pista era pestañar más lento, pausado, cauteloso; sencillo. Los bebes: ellos recién nacidos lo aprenden fácilmente.

Todo tan transparente aquí dio miedo tocar, arrimar, jugar. Se trataba de jugar a los soldaditos, esos jovencitos cargados de armas para lastimar, para herir. Resistiendo a quién debemos llamar el “Enemigo”, ese que no dudará en cortarnos uno a uno los brazos y, no poder abrazar; ese capaz de cortarnos las piernas, no avanzar, cortarnos la lengua y las orejas, ese valiente que te puede arrancar los ojos sólo por celos, ese valiente que quiere triunfar, que vive en guerra con la transparencia, con esa peligrosa transparencia que no puede ser real, porque nadie creería que un sentimiento así fuera real. Y todos estos supuestos, todo un prototipo de “enemigo”, siempre es más sencillo describir la peor parte.

Hubo un tiempo en que el débil enemigo resbaló, golpeó su rostro contra el suelo, no quiso combatir. Por alguna razón nunca quiso combatir y la batalla que nunca tuvo un comienzo encontró un fin, un desenlace opaco, anunciado. “Sus armas transparentes enturbiaron en aquel fin sin comienzo, fue la guerra fría de dos”. Y la transparencia se perdió en ese pestañar nervioso, violento, brutal (y no por brutal instintivo). La batalla conoció a su vencedor, el triunfo: el anunciado triunfo en esa guerra unipersonal lo tuviste vos.
El enemigo que nunca supo su condición, el enemigo no tuvo un espacio, el enemigo sólo tuvo un espacio en esa guerra, cumplió su papel; enemigo. Ese que no sabe matar está destinado a morir.

"Y en estas últimas líneas no vas a encontrar más que transparencias de quién prefiere pestañar pausado para guardar en cada parpadeo la imagen junto con los sonidos y la expresión"


Quién no sabe ser enemigo suele firmar la paz desde un comienzo. Quién no sabe ser enemigo suele estar cargados de armas, miles de armas para combatir, para matar. Pero como antes mencioné: quién no sabe matar está destinado a morir. Cuando el enemigo muere es de valiente vencedor afrontar la matanza, cumplir con el rol de vencedor y si está muerto enterrarlo para que descanse en paz; pero nunca, nunca jamás enterrarlo herido. Quién está herido aún puede volver a vivir, y la sana cura sólo lo salvará. La transparencia del suave parpadeo es la guía para conocer el procedimiento; jugar, tomar posición y ser soldadito.

L.M