jueves, 11 de agosto de 2011

Migaja

Empecé a escribir, frené. La cruz en el margen superior derecho de la pantalla estaba tan buena que no me pude resistir. No deseo guardar los cambios porque nada cambió, o sí; expectante y participando no puedo narrar. Tampoco relatar como en un partido de fútbol; el relator nunca está en la cancha corriendo, solo ve y escucha, nos cuenta a los que estamos como él – fuera de la cancha – lo que está pasando. Si estamos escuchando la radio, el relator nos guía para que imaginemos la jugada, le damos nuestro toque artístico y soñamos en que va a ser un gol cuando la pelota recién acaba de pasar el medio campo. En la TV escuchamos al relator, a veces estamos de acuerdo, otras veces querríamos callarlo. No necesitamos imaginar, lo estamos viendo. Los jugadores nos brindan un espectáculo, son ellos que están creando. Una vez más estamos quietos, comiendo fútbol y está bárbaro, mejor aún si gana tu equipo. Pero esta noche está bárbara, no estoy viendo fútbol, no estoy quieto y podría crear mil cosas. Podría contarte una historia; narrar o relatar. En un primer momento no me salía, abandoné el proyecto. No lo retomé, lo volví a empezar y te lo estoy cantando, ¿lo vés?

Soy un relator mudo que, se llena de tu voz, si estás asociando cada una de las letras como te enseñaron de chico. Escuchá tu voz, me estás leyendo y tu voz está sonando. Lo pensás y ya es tarde, estoy adentro tuyo y ves que sigo estando; en tu voz, leyéndome te estás describiendo, estás notando que mi mudez toma forma en voz. No podes parar, seguís leyendo. ¿Te escuchás?  

Y te iba a contar una historia desde un principio pero no pude arrancar, y eso es bueno, porque me estás leyendo, es tu voz la que te cuenta, no soy yo. Se transforma en tu historia, con tus subjetividades y tus elecciones, con tus juicios y tus valores. No quiero eso; mi historia está brillante y ardiente como cuando el sol pega contra el aluminio, y aunque no es fuego un poco quema, y no está mal. Ahí estás, leyendo entre líneas una migaja de mi historia, que brilla y arde, por suerte de un sol estático que permanece encendido, porque ella y yo - protagonistas de esta historia - lo podemos mantener o apagar. Vos leyendo, un ombligo que quiere observar, escuchar un relato, y relator egoísta ojalá otro día te convide una migaja. Mientras tanto, vos y tu voz siguen sonando hasta aquí.