Mis ojos parecían perpetuos, clavados en el remolino que estaba provocando en el vaso, con la ayuda del palito de plástico transparente y finito que trae el café de máquina expendedora. Nos vi mezclados, en un paseo; caminaríamos, tal vez el viaje en un micro, iríamos a la playa, a cualquier lado. Detuve mi mano, el remolino comenzaba a detenerse, y antes que dejara de hacerlo; arrimé el vaso a mi boca, cerré los ojos como quién disfruta de un buen masaje, tomé un sorbo de café, y me alegre de que estuviéramos juntos…