martes, 21 de diciembre de 2010
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Corto final de Taller de Expresión II, Cátedra Angeleri.
UBA, Facultad de ciencias sociales, Ciencias de la comunicación.
espero que disfruten este posteo, realmente trabajamos muchísimo para que este corto salga bien. Quizá al verlo uno se queda con la sensación de decir: ¡ah, esto era!.. pero sinceramente hacer este trabajo y tratar de que quede bien presentado es una tarea más que difícil, por eso estoy orgulloso de que haya salido como salió.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
El oficio de un hombre, habla de él y no de su arte
Eran figuras retóricas que simbolizaban una construcción arquitectónica antigua, romántica. Las columnas transparentes simulaban realidad, qué más confiable que el verosímil de lo real, lo común, algo que rompe con los parámetros de lo posible. Esa ruptura, ese quiebre incapaz de sostener el nuevo verosímil implicaba que si las columnas eran transparentes - algo fuera de lo cotidiano – los cimientos jamás podrían ser tenidos en cuenta, si desde lo figural de las columnas, lo obtuso de la percepción recaía en la literalidad de aquellas figuras.
Así fue que el arquitecto - por cierto desordenado, impulsivo y ansioso - ordenó construir un edificio en el medio del mar, lugar donde las columnas trasparentes tan cercanas a él, se mezclaban entre las olas reales, literales y violentas que se carcomían el material que recubría las paredes. Entre tanta inconstancia; ¿creerían que hubo obreros entre todo esto?... No, no los hubo, sólo él.
Los planos presentes entre imágenes, no escaparon del pensamiento del arquitecto. Todo iba bien mientras él pudiese distinguir lo transparente de las columnas entre las gotas de sal que se escurrían en ropas sencillas y personales, jamás vistas en alguna tienda cercana al puerto.
El arquitecto, tenso e imprudente no prohibía la visita de cualquiera a su edificio, pero a su vez, eran contados con los dedos de una mano las personas que podían acceder a su arte…
Una noche, no tardó en llegar la orden de que el edificio - la obra más preciada del arquitecto - debía ser demolido. La orden, la fastidiosa y angustiante orden había sido relevada por un gran artista, un hombre capaz de levantar una torre infinita con columnas transparentes; el arquitecto mismo, sin intención de proceder, tuvo que aceptar la crueldad de destruir poco a poco lo que había cargado en su corazón.
De esta historia no se conoce su fin, sólo sabemos que el arquitecto cobarde en su labor, tenía la responsabilidad de derribar y derribarse a si mismo. En esa ciudad llena de valientes, un hombre cobarde no podía vivir de sus verosímiles personales… Algunos sostienen que rabioso intentó golpear las paredes con una masa; en su intento pasó de largo las paredes transparentes no pudiendo derribar el edificio. Otros dicen que el arquitecto no soportó ver su obra desmedrada y decidió escaparse a otra ciudad, donde construir otro edificio. Una joven que al pasar se interesó por conocer más sobre esta historia, dijo que era capaz de anunciar el final de este relato; pero prefirió dejar la incógnita surtiéndose entre las olas. Del arquitecto no se supo más, sólo algunos verosímiles de su fin se pasean por esta ciudad inconclusa, invisible y transparente; lejana a la gran obra de aquel arquitecto.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Dramatismo cero
En mis manos esa carpeta 3 solapas marrón con elástico, llena de papeles; mi intención: buscar la libreta del CBC para ir certificar el analítico. Al igual que un día soleado, temprano por la mañana cuando uno decide salir y al volver, la lluvia nos sorprende sin paraguas ni piloto.
Y lo maravilloso de las sorpresas es que, nunca sabemos nada de ellas y sin embargo cuando aparecen impactan para bien o para mal, apoderándose de nuestros sentidos por unos instantes. Algunas de ellas sorpresas infinitas, reales o casi imaginarias; otras finitas y acotadas, tajantes y peligrosas. ¡Sorpresa!
Al final de la carpeta estaban los papeles…
Momento en que los sentidos casi desvanecidos hicieron un recorrido hacia atrás, otorgándole materialidad al discurso. Pensé en algo, un objeto, algo palpable que me pueda transmitir un solo motivo para conservarlo todo nuevamente en esa carpeta. Y de repente no se me ocurrió nada. Nada se había apoderado de mí y con una sonrisa sin cómplices ni testigos utilicé mi par de herramientas - esas que universalmente son las más viejas en la historia de la humanidad - y, aunque traté de darle dramatismo a la situación, Nada estaba en mí y nada no me hizo ni dudar. Fueros los últimos segundos que le dediqué a ese recuerdo, y ahora ya Nada no existe y no hay evidencias de su paso por mi vida.
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