Fin de año sentado en el asiento a mi derecha, en un bolso, en el baúl, flotando en el tanque de combustible que marca media carga, que se consume y se va rindiendo, se pierde gratamente en el camino; fin de año no quiere más, fatigado espera su reemplazo.
No había necesidad de estar despierto pero lo estaba, él podría haber ocupado mi puesto. Hace tiempo que prefiero ser quien lo alcance a ese lugar. Asumiendo el destino, sin tener real conocimiento de cómo y cuándo, un film clásico puede presumir: mostrarle mi experiencia, secuencial y proyectada, hacia el día que no espero y ambos sabemos nos alcanzará. Un año difícil - no por menos exitoso – quedaba impregnado en cada centímetro de pavimento que rozando el caucho contra la superficie plana del suelo, imprimía cada día de mi vida en los 386 kilómetros recorridos. Conocidos y amados coinciden en la intención de viajar, representan diferentes textos impresos en el pavimento de aquella ruta que nos transporta tecnológicamente hacia delante, en el tiempo. Invenciones maravillosas que permiten desplazarnos como el viento que baja por la montaña y dobla justo cuando hay que doblar, para no perder la forma, preso de un influjo natural, dentro de todo el entramado artificial que combina el pasado que no se detiene, se renueva, poniéndose más viejo, intentos de simplificarnos la respiración. Todo lo que sucede en estos tiempos es pura intención, siempre todo será pura intención para mí.
Tengo entendido que existen momentos de exilio personal, regidos por un recetario imaginario que dicta cada uno de nuestros pasos a seguir. No hacía más que completar la oración que el imperceptible papel limitaba. Mi acción, el film, mi actuación que dura mientras mantenga la espalda derecha y siga inclinando el rostro; de lados ambiguos, reconoce los hechos. Ojos abiertos, atento. El viaje latente dejaba de serlo para transformarse en otro pensamiento, una nueva forma de encarar la vida. Así es como de alguna manera debe ser, o tan solo es. Podría detenerme a reflexionar por qué acepto esta imposición, sería muy hipócrita no reconocer la elección; la voz que imagino, mía, asiento con gusto su rol, discurso que habita en mis viajes. Me largo a andar, no corro, transito ideas, esperanzas que ocupan casilleros vacíos.
Ahí estaba una vez más, kilómetro 382 doblando a la izquierda tomando el camino indicado, ansioso de completar el viaje, apagar el motor, tocar el pasto con los pies, escuchar nada o las olas, la orilla del mar, las piedras, el sol al amanecer, atardecer, nuevamente el día, los pinos, la sombra de los pinos, el aroma a eucalipto que llena mis pulmones de energía; las piedras y el viento, la sal en mis manos, en el pelo, rozando el aire, también en mi boca, y las horas que no dejan de ser mías. Llegué.
Leonardo Meyre
Trabajo práctico para Taller III, Fsoc UBA, ciencias de la comunicación.
2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por dejar tu polvorón!