viernes, 26 de junio de 2009

PRIMERO LA DEMOCRACIA, DESPUES LA SALUD (?)

Sra. Ministra de Salud: ¿No cree usted conveniente suspender/postergar las elecciones nacionales, considerando el gran aumento de INFECTADOS de gripe A en el país?


Digo, de pronto, me parece…

sábado, 20 de junio de 2009

Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería

Sábado 20/06/09
00:24 hs


El hombre compró algo para siempre. El hombre compró pintura blanca para pintar de negro toda la sala. Imposible nunca pudo formar pareja con Razón. Razón afirmaba que la pared nunca había sido pintada de negro. Por lo tanto, Imposible mentía.
Las gotas de pintura salpicaron el suelo que el hombre no veía. Para el hombre no había suelo o, este era igual a la pared. El suelo era negro. Imposible tenía algo de Razón. Sin embargo, Razón se acostaba con Improbable porque lo convencía más.
El hombre creía en Imposible. Así podía imaginar la vida, el futuro y las caras. Imposible era real y, existía para el hombre. Razón siguió sin entender a Imposible, se conformó con Improbable y murió en una teoría.
El hombre enamorado de Imposible nunca la pudo ver pero, la veía de múltiples maneras… Imposible se pegó a el y decidió quedarse para toda la vida.


L. M

miércoles, 17 de junio de 2009

Fernando Peña: un artista, un gran artista.




Este año tuve la intención de ir a verlo. Hace poco tuvo que suspender las funciones en el teatro por los problemas de salud que acontecieron con este final trágico para el mundo del Arte...
Fernando era un tipo que podía gustar o no, podías soportarlo o no, podías entenderlo o no. Tan solo era un Artista, un loco delirante que no filtraba absolutamente nada de lo que pensaba. Creo que eso es lo que más admiro de él (porque a pesar de su muerte lo seguiré admirando). No juzgo su condición ni su forma de ser o de actuar. Valoro su creación individual, su faceta profesional. Como Charly y tantos otros locos artistas; su forma, su talento, su libertad y sinceridad con el público hizo de Fernando un hombre famoso, amado y odiado.

En fin, no tengo ni un mínimo de inspiración para plasmar lo que pienso de este hombre. Tampoco me interesa escribir un gran artículo de él. Quería rendirle un pequeño y humilde homenaje a un gran artista de teatro, de radio. Un comunicólogo que no intentaba convencer a nadie de nada. Porque Peña hablaba, decía y opinaba lo que se le antojaba. Algo que pocos tipos en los medios pueden hacer.

Peña murió y cuando las personas mueren dejan una huella. Él dejó una enorme huella en todos los medios en que pudo expresarse y ese logro personal se fue con él… Una medalla que quedará tatuada en su alma para siempre.




Leonardo Meyre



lunes, 8 de junio de 2009

Voy a hacer una declaración polémica y que puede traer cola:


¡Para mí, más de una Monja usa tanga, se probó o compró una alguna vez!

ahora sí, me siento más liberado... no se porque razón se me ocurrió esto, pero tenía que decirlo. Como diría Julio Cobos: ¡que la historia me juzgue!



pd: aclaro que es una opinión personal, nunca tuve la posibilidad de ver una monja en ropa interior...


"Chingo"

Llegando a la esquina de mi casa vive “Chingo”, un hombre mayor, jubilado, de unos setenta largos, calvo y de voz ronca, conocido por toda la cuadra. Es uno de los habitantes más viejos del barrio; ha visto nacer a mis hermanas, a mí y a mis sobrinos. Es fanático del fútbol, hincha de River y, crítico; como todo hombre amante de este deporte. Está casado con Norma y tienen dos hijos mayores: Nelly que aún vive con ellos y Hugo, un hombre casado que lo hizo abuelo hace poco. Chingo tiene un pasado áspero, vinculado con el alcohol. Solía emborracharse en el club de barrio de la vuelta de casa. Con la ayuda de su mujer hace ya varios años pudo solucionar su adicción.

Anteayer a la tarde pasé como de costumbre por la vereda de su casa y él estaba ahí; tras la reja sentado en su silla escuchando la radio. Al verme pasar vestido con ropa deportiva me preguntó:
- Leo, ¿te vas a jugar al fútbol?, ¿ya te curaste el tobillo?
- A lo que respondí: sí chingo, ya me curé y por suerte voy a jugar a la pelota…
Al oír mi respuesta embozó una sonrisa que acentuó las arrugas de su cara y dijo:
- bueno, tene cuidado pibe, la última vez que te vi volver caminando de un partido, venías rengo y con el pie reventado.
Más tarde volví de jugar al fútbol en auto, un amigo mío me arrimó a casa y baje justo en la puerta. No pude ver a Chingo, no había pasado por la esquina.

Hace un rato chingo se acercó a casa para charlar con mi mamá. Le contó sobre sus últimos estudios médicos y conversaron un poco de la causa que lo obliga a hacerse estudios todas las semanas. Chingo tiene una enfermedad que los médicos le diagnosticaron hace poco; chingo tiene Cancer.

Hace más de tres meses que todos los vecinos sabemos que chingo está jodido. Cuando la noticia de su enfermedad llegó, sin querer, trasladé ese instante de tensión al pasado. Comencé a recordar cuando era pequeño y andaba con la bici por la vereda, de esquina a esquina. Me vi jugando al fútbol en el verde y extenso pasto de la esquina de Chingo, divirtiéndome junto a mis amigos y, él ahí, nos observaba. Atento, cómo si estuviese viendo la final de la copa del mundo. Recordé las épocas en que iba al colegio y por una razón lógica, todos los días pasaba por su vereda para ir caminando hacia la escuela. Al volver de la misma, cansado y con hambre pasaba por la puerta de su casa y él estaba ahí, como todos los días; sentado con su radio, alzando su mano en alto pronunciando mí nombre.
Un poco más grande ya en el secundario, a las 3 y media de la tarde salía de casa para ir al trabajo, pasaba por la vereda y lo veía, siempre lo saludaba y continuaba caminando hacia la parada del colectivo. Al finalizar la secundaria comencé a ir a la facultad y, todo seguía igual, cada día que pasaba por la puerta de su casa tenía la obligación moral de saludarlo. Mayormente lo cruzaba cuando pasaba por su vereda, ya con el registro de conducir dejé de pasar desde cerca y ahora, le toco bocina desde arriba del auto.

Como ya les conté chingo está enfermo y los estudios de salud no lo favorecen para nada. A pesar de todo Chingo sigue saliendo a la puerta para quedarse sentado tras la reja y así poder saludar a todos los vecinos que lo conozcan. Los fines de semana mayormente suele colocar su silla en la vereda, acostumbra a sentarse cerca de su puerta de reja verde y hace su trabajo: saluda a sus vecinos. En ocasiones se lo puede ver cortando el pasto de su gran esquina, siempre elige los días de sol para hacerlo.

Hace unos meses tengo una pregunta en mi cabeza: ¿Qué será del barrio cuándo Chingo no esté más? ¿A quién voy a saludar cuando salga de casa caminando o en auto? ¿Qué vecino va a preguntarme cómo estoy del pie o sobre mis estudios? ¿Qué vecino conoce tanto de mi vida y me ha visto crecer cómo él lo hizo?

Chingo es sólo un vecino, un hombre que suele salir a la puerta en navidad o fin de año para saludar a los otros vecinos de la cuadra. Chingo es un hombre sencillo que está viviendo los últimos momentos de su vida… Un día Chingo no estará más y algunos lo notaremos. La vida está llena de cosas que no valoramos, de personas que no esperan nada a cambio. El tiempo pasa para todos y nos sorprende, y, cuando nos sorprende recordamos todo aquello que pasó y vivimos y, volveríamos a vivir. La vida se acaba, algún día la vida se acaba…

Leonardo Meyre

martes, 2 de junio de 2009

El llamado de alguna de mis hermanas, que mi viejo me cebe un mate mientras trabajo, llegar a casa y sentir el exquisito aroma de la comida de mamá, que un amigo pase a saludarme por el trabajo, un abrazo de bienvenida los sábados, un partido de fútbol con ellos, un chiste de quién sea, el agradecimiento de alguien, la sonrisa de mis sobrinos, escuchar la voz amigable anunciando mi nombre, que la gente te diga: ¡buen día, buenas tardes y buenas noches! Manejar el mejor auto aunque no lo sea, gritar una canción mientras manejo, cantar una canción con el corazón, agradecer a alguien, ayudar, viajar, caminar por lo alto sin parar, tropezarme, sentir dolor, que alguien lo sane, poder compartir una anécdota; qué valioso es compartir una anécdota. Sonreír con alguien, lograr que alguien sonría. Dar la mano, la bondad, el valioso respeto, la esperanza del cambio, el reconocimiento, la mirada sincera, las disculpas, sentir el sol en la cara, el sacrificio, darme un gusto, poder darme un gusto, tener en quién confiar, que los demás confíen en mí, que la vida sea difícil, encontrarle solución a los problemas propios y ajenos, sonreír y, crecer a cada instante…

Pequeñas grandes cosas que demuestran la vulnerabilidad y vulgaridad de mi ser. Eso es todo o, algo de lo que soy...