lunes, 8 de junio de 2009

"Chingo"

Llegando a la esquina de mi casa vive “Chingo”, un hombre mayor, jubilado, de unos setenta largos, calvo y de voz ronca, conocido por toda la cuadra. Es uno de los habitantes más viejos del barrio; ha visto nacer a mis hermanas, a mí y a mis sobrinos. Es fanático del fútbol, hincha de River y, crítico; como todo hombre amante de este deporte. Está casado con Norma y tienen dos hijos mayores: Nelly que aún vive con ellos y Hugo, un hombre casado que lo hizo abuelo hace poco. Chingo tiene un pasado áspero, vinculado con el alcohol. Solía emborracharse en el club de barrio de la vuelta de casa. Con la ayuda de su mujer hace ya varios años pudo solucionar su adicción.

Anteayer a la tarde pasé como de costumbre por la vereda de su casa y él estaba ahí; tras la reja sentado en su silla escuchando la radio. Al verme pasar vestido con ropa deportiva me preguntó:
- Leo, ¿te vas a jugar al fútbol?, ¿ya te curaste el tobillo?
- A lo que respondí: sí chingo, ya me curé y por suerte voy a jugar a la pelota…
Al oír mi respuesta embozó una sonrisa que acentuó las arrugas de su cara y dijo:
- bueno, tene cuidado pibe, la última vez que te vi volver caminando de un partido, venías rengo y con el pie reventado.
Más tarde volví de jugar al fútbol en auto, un amigo mío me arrimó a casa y baje justo en la puerta. No pude ver a Chingo, no había pasado por la esquina.

Hace un rato chingo se acercó a casa para charlar con mi mamá. Le contó sobre sus últimos estudios médicos y conversaron un poco de la causa que lo obliga a hacerse estudios todas las semanas. Chingo tiene una enfermedad que los médicos le diagnosticaron hace poco; chingo tiene Cancer.

Hace más de tres meses que todos los vecinos sabemos que chingo está jodido. Cuando la noticia de su enfermedad llegó, sin querer, trasladé ese instante de tensión al pasado. Comencé a recordar cuando era pequeño y andaba con la bici por la vereda, de esquina a esquina. Me vi jugando al fútbol en el verde y extenso pasto de la esquina de Chingo, divirtiéndome junto a mis amigos y, él ahí, nos observaba. Atento, cómo si estuviese viendo la final de la copa del mundo. Recordé las épocas en que iba al colegio y por una razón lógica, todos los días pasaba por su vereda para ir caminando hacia la escuela. Al volver de la misma, cansado y con hambre pasaba por la puerta de su casa y él estaba ahí, como todos los días; sentado con su radio, alzando su mano en alto pronunciando mí nombre.
Un poco más grande ya en el secundario, a las 3 y media de la tarde salía de casa para ir al trabajo, pasaba por la vereda y lo veía, siempre lo saludaba y continuaba caminando hacia la parada del colectivo. Al finalizar la secundaria comencé a ir a la facultad y, todo seguía igual, cada día que pasaba por la puerta de su casa tenía la obligación moral de saludarlo. Mayormente lo cruzaba cuando pasaba por su vereda, ya con el registro de conducir dejé de pasar desde cerca y ahora, le toco bocina desde arriba del auto.

Como ya les conté chingo está enfermo y los estudios de salud no lo favorecen para nada. A pesar de todo Chingo sigue saliendo a la puerta para quedarse sentado tras la reja y así poder saludar a todos los vecinos que lo conozcan. Los fines de semana mayormente suele colocar su silla en la vereda, acostumbra a sentarse cerca de su puerta de reja verde y hace su trabajo: saluda a sus vecinos. En ocasiones se lo puede ver cortando el pasto de su gran esquina, siempre elige los días de sol para hacerlo.

Hace unos meses tengo una pregunta en mi cabeza: ¿Qué será del barrio cuándo Chingo no esté más? ¿A quién voy a saludar cuando salga de casa caminando o en auto? ¿Qué vecino va a preguntarme cómo estoy del pie o sobre mis estudios? ¿Qué vecino conoce tanto de mi vida y me ha visto crecer cómo él lo hizo?

Chingo es sólo un vecino, un hombre que suele salir a la puerta en navidad o fin de año para saludar a los otros vecinos de la cuadra. Chingo es un hombre sencillo que está viviendo los últimos momentos de su vida… Un día Chingo no estará más y algunos lo notaremos. La vida está llena de cosas que no valoramos, de personas que no esperan nada a cambio. El tiempo pasa para todos y nos sorprende, y, cuando nos sorprende recordamos todo aquello que pasó y vivimos y, volveríamos a vivir. La vida se acaba, algún día la vida se acaba…

Leonardo Meyre

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